La fuerza del arte

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Durante el fin de semana del 17 al 19 de marzo se llevó a cabo, en el Hipódromo de San Isidro, la octava edición del festival internacional Lollapalooza. Participaron artistas internacionales y el evento también contó con locales de comida de última tendencia.

Ana Cecilia Martínez (Lic. en Publicidad, 1LPU Pilar)

El show del rapero canadiense Drake, desde las alturas (fuente: Lollapalooza)

Para algunos no es más que un festival al que la gente va a escuchar a sus artistas favoritos, pero para otros, es la perfecta oportunidad para pasar unos días relajados, con amigos, comida rica y por supuesto, mucha música.

Consistió en tres días seguidos, desde las 12 hasta la medianoche, show tras show, artista tras artista; a medida que pasaron las horas, la importancia de los artistas aumentó. Si tuvieron la oportunidad de disfrutarlo, pueden confirmar que al mediodía se encontraron con cantantes o bandas que no conocían tanto o incluso no sabían nada de ellos; al atardecer se asomaron unos más conocidos; pero al llegar la noche las estrellas no solo estaban en el cielo adornando la noche, sino que brillaban en los escenarios movilizando con su música a una masa gigante de espectadores.

El retrato desde las alturas (ver foto) del show del rapero canadiense Drake, quien cerró la noche del viernes 17, demostrando su talento y la potencia del público argentino para estos shows masivos; da una sensación de extrema pequeñez, como si fuera un campo lleno de hormigas. Esta sorprendente cantidad de personas no solo se reunió esta noche. Esto también sucedió (incluso más) las noches siguientes en los shows de Twenty One Pilots y Billie Eilish, quienes, junto a Drake, fueron «headliners» del festival, al igual que La Rosalía, Lil Nas X y Tame Impala.

«Todos los días sale el sol», una de las obras de arte dentro del festival (fuente: Lollapaloosa)

Los artistas iban y venían, pero quienes hicieron presencia los tres días seguidos fueron marcas como Fila, Benetton, Branca, Coca-Cola, Sedal, entre otras. Y lo hicieron mediante spots donde las personas formaron largas filas para participar en las actividades que tenían y así poder ganar premios. Personalmente, hacer fila para éstos era una pérdida de tiempo, preferible exprimir el tiempo viendo los shows qué pasaban.

Fue algo totalmente distinto a lo imaginado, la noche contó con una enorme cantidad de personas y en las fotos posteriores, resultó no ser tan sofocante como parece en las imágenes…aunque  un par de pogos por momentos hicieron sentir que el aire escaseaba, las posibilidades de perder los zapatos aumentaba y el amontonamiento se convirtió en un sauna. Contra cualquier pronóstico, el Lolla no se vive al 100%, sin estar en un pogo.

La atención también fue acaparada por la participación de artistas para la ornamentación y decoración del predio: el diseñador Martín Huberman y su obra «Capot» 95 capots estructuraron el centro del festival como un faro para el encuentro en un marco lleno de música. Y en otro sector. Andrés Reisinger, artista y diseñador argentino, trajo su instalación site-specific de 8 metros de altura, la obra minimalista pero fácilmente visible desde todos los puntos del festival, que llevó el nombre de «Todos los días sale el sol». Estos fueron sin duda los fondos de las mejores fotos del festival.

«Capot», una de las obras de arte dentro del festival (fuente: Lollapaloosa)

No hay que ser fanático de alguno de los artistas que vengan en cada edición, este festival es un evento obligatorio para aquel que desee pasarla bien, disfrutar el calorcito de marzo y descubrir, entre otras cosas, arte que estaba escondido, y por supuesto, el poder de la música.

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